domingo, 9 de octubre de 2011

La peletería

Este fin de semana los informativos se nutren de las distintas actividades de los partidos políticos antes de las elecciones del 20N. Distintos formatos, distintos partidos, distintas expectativas. Y mientras tanto el pueblo afronta ente fin de semana con más paro, menos ilusión y sin fútbol de primera. Ni pan ni circo, como garantizaban los antiguos romanos.

Mientras tanto, los políticos se encontraban enfrascados en la dura tarea de la peletería. Según Wikipedia es la industria que se encarga de la elaboración de indumentaria con las pieles de los animales. Claro que para poder desempeñar esta tarea es necesario tener la materia prima. Detalle que parecen haberse saltado nuestros futuribles, y no por eso deseados, representantes en las instituciones. No está bonito negociar con las pieles antes de cazarlas.

Desde Andalucía, las gaviotas despliegan radiantes y un tanto prepotentes sus alas en señal de victoria. Celebran una convención de autos Irma ion y con ciertos tintes de celebración a mes y medio de las elecciones. Resulta un tanto insultante cierto tono de seguridad en el triunfo, sin tener en cuenta que solamente la voluntad popular, y cuando hablo de popular no lo hago de sus afiliados si no de todos los españoles con derecho a voto, puede decidir quien gana o pierde unas elecciones. Es una de las grandezas de la democracia que a algunos se les olvida con facilidad, quizás por que aun esconden ciertas carencias en cuanto a asumir los postulados de este sistema de gobierno.

Cuando uno está tan seguro de su victoria, descuida las formas y los pasos previos. Es de mal gusto repartirse las carteras ministeriales de un gobierno inexistente, aunque probable si hacemos caso a las encuestas. Esas mismas que tantos disgustos han dado en otras ocasiones a otros que dibujaban patrones de su cazadora de cuero o de su abrigo de visón, según gustos.


También esa seguridad de visionarios acentúa el tono de ciertos discursos encendidos y en ocasiones insultantes para la inteligencia y la prudencia que se espera de un político de carrera, bien formado y de impecable ejercicio profesional. A los incendiarios y resentidos mejor que los escondan, como han hecho en otras ocasiones. Hay gente que aunque conserve su carisma, incluso haga gala de su nueva condición física, mejor que evite determinados posicionamientos en estadios nuevos y que han superado su acción de gobierno, evidentemente caduca y desfasada. Hay problemas que evolucionan con el tiempo y por doloroso que parezca precisan de visión de estado y generosidad para su resolución. En estos, no es bueno que los ideólogos ni los negociadores sean juez y parte a la vez. No aportan nada más que rabia y resentimiento. Demasiado duro y difícil ha sido llegar. Este punto pa dejarnos llevar en estos momentos por teorías incendiarias y fruto del resentimiento o el totalitarismo. Y esto es aplicable en ambas direcciones. Y el que lo quiera entender que lo entienda.

Del otro lado en un céntrico hotel madrileño, el socialismo español, que parece avergonzarse de sus siglas, de sus símbolos y de su pasado reciente, cosa esta última que no me extraña, escenifica el cierre de sus listas con una extraña revisión de las mismas aplicando criterios de discriminación positiva. Espero que también se apliquen criterios de eficacia y de capacidad para el desempeño de la función del cargo para el que se aspira en estas listas. Y no solamente en las mujeres y los hombres. Es un poco desilusionaste, ya en primera instancia, ver que se tienen en cuenta otro tipo de criterios a la hora de confeccionar las listas, como la adscripción a corrientes, el genero o la simpatía personal. Es importante y loable la lucha por la incorporación de la mujer a los centros de decisión, pero no desde el calzador si no de la equidad y la normalización.

Aparte las riñas de pandilleros, como a las que nos tiene acostumbrados la federación de Madrid, aportan muy poco y desmotivan a las bases. Generan una sensación de lucha por el poder, y no de trabajo por la mejora de la sociedad y de búsqueda de soluciones a los problemas acuciantes que sufre nuestra nación en egos oscuros momentos de crisis. La verdad que estos enfrentamientos después de la dudosa efectividad de la última legislatura no fageneran confianza en un proyecto que se pretende vender como renovado y rompedor, más cercano a la sociedad y a la equidad. Desde los hoteles de lujo es difícil transmitir este mensaje.

Cierto es que parecen haberse cambiado las tornas. La derecha hace gala de un populismo cercano al sindicalismo republicano de los 30 y llena pabellones, plazas de toros y recintos feriales. Se han apropiado, gracias a las piruetas del destino y de las modas, de las coderas, los pelos largos y las barbas. Y gritan a los cuatro vientos que son poseedores de las claves del cambio. Como me recuerda todo esto al 82 y a Felipe González. Mientras la izquierda mayoritaria se aleja de las plazas y se esconden en los salones de los hoteles, con chaquetas azul marino y pantalones cafe con leche.

La derecha se acerca al pueblo, al cual luego le priva de prestaciones sociales irrenunciables, como al parecer son para ellos sus asesores, sus coches oficiales y los dudosos gastos de representación, así como los coqueteos con las enseñadas concertadas de los grupos religiosos y la sanidad privada que no garantiza el acesso de todos los ciudadanos. Mientras los socialistas coquetean con los bancos, las acciones militares, EEUU y la cúpula empresarial, que ls traiciona a la primera de cambio. Incluso llega a plantearse, en estúpidas maniobras incompresibles, el control de la libertad de expresión en los medios públicos.

¿Y en qué momento se han olvidado de lo verdaderamente importante en estos ceremoniales de autoafirmación o huida hacia delante, dependiendo del caso? Se han olvidado, como siempre, de los votantes, del pueblo. De la soberanía popular,que es donde reside todo, según nuestra Constitución. Se han dedicado a jugar con la piel de nuestros votos, sin haberlos cazado todavía. Merecerían que la presa por un vez fuese el cazador y terminar con u voracidad de poder, cada vez menos oculta y desvergonzada. En algunos momentos creo que necesitamos una revolución pacífica que termine con este bipartidismo voraz y que ha perdido, al parecer, todos los principios éticos y políticos, que ha huido d los ideales par esconderse en el beneficio propio y la cuota de poder. ¿Nos merecemos esto realmente?

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