viernes, 21 de octubre de 2011

La voz

Hoy es un día donde la voz torna a tener una importancia soberana en nuestra sociedad. Solamente la voz y la palabra como expresión máxima de nuestros anhelos, metas, opiniones, protestas y creencias. La voz como derecho y vehículo para ser uno mismo y para participar de proyectos comunes con otros seres iguales, al margen de toda diferencia de género, raza, credo u opinión. De todas las voces que hemos escuchado hoy, unas más importadas que otras, unas más repletas de rencor o desconfianza que otras, unas más llenas de alegría y esperanza con otras, me quedaré con dos.

La primera es la de un español, de mediana edad, de nombre Armando, guardia civil de profesión, que desempeñó durante años su trabajo en Euskadi en las fuerzas antiterroristas. Padre e hijo. Hijo de un padre que falleció mientras ejercía su profesión, en Madrid, en un atentado de ETA. Conducía el coche en el que fallecieron un magistrado y un policía , aparte de él. Sí, un coche bomba que le segó la vida por trabajar. Mientras su hijo intentaba evitar que los asesinos de su padre no lo lograran. Ironías de la vida. Este hijo destrozado es padre de una niña, que nació en Euskadi, y que se llama Usuo. Paloma en castellano.

En una tertulia radiofónica, que trataba de plasmar el importante momento que vivimos, se han abierto los micrófonos para escuchar la opinión de los oyentes. Esto ha ocurrido después de escuchar a sesudos contertulios, oscuros políticos, recelosas asociaciones de toda índole. Pero de repente ha llamado Armando. Para contar su historia y hacer el silencio. Un silencio que se ha hecho eterno cuando, tras narrar la muerte de su padre y su rabia por haber fracasado en su función, ha afirmado con tono firme y convencido que no se puede vivir eternamente en el rencor. Que hay que mirar hacia adelante y disfrutar de la alegría del fin de esta lacra. Y de repente, en medio de ese silencio que recorría España por las ondas, afirmó " ¿Cómo puedo odiar a la tierra donde nació mi hija?". Tras esta lección de generosidad, nos ha fascinado con su deseo de correr la media maratón de Donosti, ciudad que adora y de la cual ha recomendado rincones que todos deberemos conocer. Es militar, corredor, padre, hijo y mejor persona.

De esta voz solo pediría oídos para escucharla. Humildad y generosidad para compartirla y aprender de ella. Visión para poder hacerla propia y tomarla como guía del camino a recorrer. Muchos de los que han hecho de su voz su profesión deberían mirar hacia este padre, hijo y corredor. Y reflexionar si no es tan mezquino lo que hacen en busca de réditos oscuros de extraña factura.


La otra voz es la de un señor de edad avanzada. Canadiense de nacimiento y granadino adoptivo de profesión. Alguien que ha dedicado su vida a dar voz a todo aquello que no lo tiene, como es el corazón, las ideas, los sentimientos, el silencio o el dolor. Hoy lo premian por hacernos llegar su voz y con ello, ayudarnos a abrir nuevas puertas en las que reconocer nuestro mundo particular y el de nuestros semejantes. Conocer a nuestro semejante y comprenderlo. Aliviar el sufrimiento y el dolor ajeno y propio. Una voz que a pinceladas hace mejor y mas bello nuestro mundo. Sin silenciar otras y con la generosidad del que la regala sin pedir nada a cambio. Lo premian por ser voz y de belleza singular.

Al agradecer este galardón, sube desnudo de discursos en papel y sobriamente vestido de negro. Inmensamente humilde agradece la honra de este premio y su deuda con esta tierra, estas gentes. A ellas le debe su guitarra de cedro con aromas de Asturias, siempre viva por que la madera nunca muere del todo. Deuda con la voz que apredió a encontrar a través de la de Garcia Lorca. Deuda con un anónimo español que le enseñó sus primeros 6 acordes antes de suicidarse en una pensión de Canadá. Y que le mostró el camino de la voz de las entrañas de nuestro flamenco.

En su momento de gloria, devuelve su deuda a sus anónimos acreedores, que no reclamaban pago. Sin papeles y desde su corazón desnudo, elegantemente vestido de negro. Inmensamente humilde, discretamente eterno. Él es Leonard Cohen y set mundo sería peor sin su voz.

Dos voces, dos mundos. Un solo corazón. El de la generosidad como vehículo de búsqueda de la felicidad propia y colectiva. Solamente espero que tantas voces altisonantes, casi malsonantes enmudezcan un tiempo, para reflexionar si su ausencia de mente y corazón se lo permite, y aprenden de estas voces, serenas, discretas, humildes y eternamente ejemplares.

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